Llueven derechos de autor sobre un embalse con doble desagüe.  Caen entre 300 y  350 millones de euros al año directos a la Sociedad  General de Autores y  Editores (SGAE) de los que una parte, en lugar de  llegar a los creadores, se  escapa hacia el exterior por dos grietas: la  Sociedad Digital de Autores y  Editores (SDAE), filial tecnológica de  SGAE, y Arteria (antigua Iberautor), que  gestiona la red de teatros del  grupo. Por la primera se llegan a marchar tres  millones de euros  anuales. Por la segunda, unos 10 millones por ejercicio.  
Nadie  ve nada, nadie hace nada. Hasta que la Guardia Civil entra, el pasado  1  de julio, en el Palacio de Longoria, sede de la SGAE, en el marco de la   Operación Saga, que dirige el juez Pablo Ruz. Los nervios se tensan,  las lenguas  se sueltan. Todos sorprendidos, dicen y, al final, todos víctimas y un  indignado: José Ramón Márquez Martínez, Ramoncín. Avisó de que denunciaría a la  SGAE si hubo desvío de dinero, pero también a todo aquel al que se le ocurriese  señalarlo.
Dejó  la junta directiva de la SGAE en 2007, como él mismo recuerda  una y  otra vez y como se destaca, en rojo y con letras de bastante mayor  tamaño  que el resto, en la biografía que cuelga de su web oficial. En  aquel verano,  tras haber sufrido episodios como la entrada de un grupo  de personas en la sede  de Longoria con caretas que llevaban su rostro,  Ramoncín anuncia que se va, o  casi. 
Las cuentas le señalan
Se  va de la junta directiva de la SGAE. Nada  dice de su pertenencia a los  consejos de administración de SDAE y Arteria, en  los que seguía  sentado en 2009, últimas cuentas entregadas al registro  mercantil. 
Ramoncín,  el hombre que se preguntaba en la revista RollingStone  hace unas  semanas cómo era posible que hubiera sucedido esto en la SGAE, ha   tenido durante todos estos años en su mano no uno sino los dos tapones  de  los desagües. Igual que los demás que se sentaban con él en el  Consejo , ya  que, como los propios informes recuerdan, “en cumplimiento  de la normativa  mercantil vigente, el Consejo de Administración” es  quien “formula las cuentas”.  
Si miró lo que firmaba, Ramoncín tuvo que ver languidecer a SDAE y Arteria,   consumidas por las pérdidas a las que les abocaban los servicios, que   contrataban a empresas ajenas al grupo. Contratos con firmas del  entorno de  algunos de los directivos de SGAE y SDAE, como José Luis  Rodríguez Neri,  imputado ahora por el juez Ruz. Debió ver las  constantes inyecciones de capital  desde SGAE para reequilibrar las  compañías que él representaba (SDAE y Arteria).  Dinero que nunca era  bastante, porque se volvía a fugar en forma de servicios  exteriores. Y  debió notar que SDAE pasaba de contratar por menos de un millón de   euros, hasta el año 2007, a triplicar esa cantidad, gastando alrededor  de tres  millones al año siguiente y otro tanto en 2009, que iban a  parar  mayoritariamente a Microgénesis, sociedad controlada por el  entorno de Neri.  
Ramoncín podría haberse extrañado de que SDAE  comprase un edificio por 5,45  millones en 2006, hipotecándose para  ello, y que no lo usase jamás de sede como  decían las cuentas que iba a  ser su destino, sino que durante un año fuera  utilizado por  Microgénesis. En su calidad de redactor de las cuentas debía saber  a  quién se refería el informe anual de 2009 de SDAE al decir que había un   comprador para el edificio que ayudaría a reequilibrar la sociedad, ya  en causa  de disolución. ¿No sabía que  el comprador cuyo nombre no se mencionaba era la  propia SGAE, como  recoge el registro de la propiedad, que cargaba así a los  autores con  las hipotecas de su filial antes de liquidarla?
Tampoco se  alertó  cuando un socio de la SGAE, Luis Cobo Manglis, llamó la atención  en la asamblea  de 2007 sobre la conexión entre la gestora y  Microgénesis. Ramoncín, que deja  unos meses después la SGAE, sigue en  la filial tecnológica cuyas cuentas,  precisamente ese año, mencionan  expresamente la relación con Microgénesis. La  actuación de Cobo en la  asamblea le genera a este una sanción, que le impedirá  acudir a ninguna  más durante cinco años. Entre las cuatro personas firman esa  sanción  está Ramoncín.
Ramoncín figura como consejero de SDAE desde 2003.  En  aquel año, SDAE era la propietaria principal de Portal Latino (otra  firma de  SGAE que se investiga). El resto (14,76%) estaba en manos de  Microgénesis.  Ramoncín firma las cuentas de 2004, cuando aún comparte  con Microgénesis la  propiedad de Portal Latino, y también las de 2005,  cuando SDAE figura como única  propietaria. Microgénesis desaparece sin más explicación. 
Si  las cantidades  que figuraban en las cuentas de SDAE no llamaron la  atención de Ramoncín,  tampoco lo hicieron las de Arteria, mucho más  cuantiosas. Arteria recibía unos  13 millones al año de Fundación Autor  (propiedad 100% de la SGAE). En servicios  contratados fuera se le iban  unos 10 millones. 
¿No sabía Ramoncín cuando  defendía con pasión  el canon que Fundación Autor y por tanto Arteria se lo  gastaban en  servicios exteriores? 
Nexo Arteria-SDAE
Pese a tener   estructuras de funcionamiento y problemas similares, pese a estar  presididas  ambas por Eduardo Teddy Bautista y pertenecer al grupo de la  SGAE, no es fácil  encontrar un nombre repetido entre las firmas que  dan el visto bueno a las  cuentas de SDAE y Arteria, al margen del  propio Teddy y del que se dijo que era  su delfín, el subdirector  general de la SGAE, Pablo Hernández Arroyo,  secretario. Ramoncín es el  único, junto a Teddy, que aparece en ambas como  consejero. En Arteria  comparte firma con Rosa León, Inmaculada Serrano, Bernardo  Feuerriegel,  Albert Guinovart, Soledad Giménez, Cristina Hoyos, Francisco Manuel   Ruiz, Juan Ignacio Alonso, Teodomiro Cardalda, Claudio Prieto, Santiago   Menéndez-Pidal y con otro de los autores que más se ha significado en  la crisis:  Víctor Manuel San José Sánchez.
En SDAE, forma parte  del consejo de  administracuión junto a los imputados José Luis  Rodríguez Neri y Enrique Loras,  además de Pablo Herrero, Salvador  Távora, Teresa Alfonso Segura, Marina Rosell y  Bonaventura Pons. 
Hay  otra conexión entre SDAE y Arteria que pasa por  Ramoncín, en 2003. El  músico aparece en el listado de “miembros del consejo de   administración” de Arteria que han realizado, “por cuenta propia o  ajena,  actividades de análogo o complementario género del que  constituye el objeto  social” de la propia Arteria. 
Recaudar “mucho y bien”
Cuando  en 2007  anuncia su marcha de la SGAE en una entrevista con el programa  Autor, Autor,  Ramoncín declara: “Podemos apagar ya, podemos convertir  SGAE en SDAE en este  momento”. El cantante habla también de cómo ha  cambiado la SGAE: “Cuando  entramos, la sociedad recaudaba poco y mal y hoy recauda mucho y bien. Yo he  hecho este trabajo a cambio de nada”. 
En  conversación telefónica con este  periódico, Ramoncín explicó que en  los consejos de SDAE y Arteria sí había  debate sobre las cuentas, pero  que él, como consejero emérito (ocupaba cargo de  consejero por haber  pertenecido a la junta directiva de SGAE, al igual que  Víctor Manuel,  aunque este último está solo en Arteria). “Cada vez que se  producía un  debate, como no estaba en el ajo, firmaba”, porque “si el resto de  la  gente lo tenía clarísimo, yo pensaba que no podía saber más que esos   señores”. 
Las cuentas llegaban además con el visto bueno del  auditor, eran  explicadas por consejeros que pertenecían a las juntas  directivas de las  sociedades, aprobadas posteriormente por la junta  directiva de la SGAE y por la  asamblea de socios, explica Ramoncín. Una  rutina que les hacía pensar que había  suficientes controles. Pero no  todos los consejeros lo tenían tan claro,  reconoce él mismo. “Algunos  se abstenían” y no firmaban, como puede observarse  en la información  presentada ante el registro. “No porque pensasen que había  algo turbio,  sino porque consideraban que era mucho gasto”, dice. 
Ramoncín   nos insta a “preguntar por las cuentas a los 35 miembros, algunos han  repetido  ahora, de la junta directiva, que las han aprobado durante  estos años y  ratificado con los socios en las asambleas”. Él asegura: “Siempre me he fiado  del trabajo de la administración y, si me han engañado, ya veremos lo que hago”.